miércoles, 6 de junio de 2012

06 Análisis del eje reestructurante de Residencia en la Tierra 1: LA NOCHE DEL SOLDADO

   
   
   



"Yo hago la noche del soldado,"



 




El apartado 6. 12-junio-2012.



Lectura de los poemas del eje reestructurante



Son tres esos poemas: LA NOCHE DEL SOLDADO, EL JOVEN MONARCA y Juntos nosotros.



Comenzaremos por la lectura de:



‘LA NOCHE DEL SOLDADO’




No será la lectura completa del poema, sino del poema completo en relación a su rol reestructurante en Residencia en la tierra 1. 
 
Es el primero de los poemas en prosa, y el más largo de todos los poemas de “Residencia en la Tierra 1”. Fue dejado por Neruda en la significativa posición de ser el primero en la sección 2. Tiene la posición 2.1 de los poemas en prosa, los poemas donde es esperable que ocurra algo en el mundo residenciario que sea algo más que simplemente poesía, (y a la vez sea poesía).
 
Estructuralmente viene a continuación de ‘Sonata y destrucciones’, o de ‘Sistema sombrío’: de aquel poema que actúe de conclusor antes de la residenciación. (Por el momento, cuando sólo conocemos el hecho fundamental de la existencia del eje reestructurante, pero aún no se ha analizado el total de los poemas, y en particular, aquellos para los que el eje reestructurante no entregó desde sí criterios de asignación, aún no es posible decidir el lugar definitivo de ‘Sonata y destrucciones’ que obviamente es un poema conclusor.
 
Cualquiera lo sea el poema buscado, el inmediato anterior a LA NOCHE DEL SOLDADO, es un poema donde el hablante declarará de alguna manera su sufriente salida desde el mundo de los sueños, desde su residencia en la poesía, y la nueva exigencia de poetizar sobre lo real. Definitivamente es un poema inmediato posterior a ‘Colección nocturna’, poema donde al final realiza, el hablante, o más bien, los seres piden al hablante, tomarlos en cuenta en su hacer poético, es decir, le piden que se residencie. Lo cual significa que también es posible que ese poema anterior a LA NOCHE DEL SOLDADO sea ‘Colección nocturna’, en cuyo caso tanto ‘Sonata y destrucciones’ como ‘Sistema sombrío´ debieran pasar a ser poemas conclusores, en orden inverso al mencionado, del momento de la post residenciación, inmediato anteriores a los textos de la parte 1.4.
 
Si ‘Sonata y destrucciones’ se probara un poema postresidenciado, entonces las declaraciones del hablante en su dolor, en ese texto, provendrían igualmente del dolor en la residenciación de haber tenido que elegir su obra por sobre su amor: del abandono de la Maligna.
  
En ‘Sonata y destrucciones’ el hablante declara: ‘Acecho, pues, lo inanimado y lo doliente’, que vale por una declaración de arte poética: la poesía, mi poesía declara el hablante, debe referir a la naturaleza, (lo inanimado), y a la sociedad humana, (lo doliente). (Lo cual no es más que reinsistir en ‘Galope Muerto’).
 
Eso es lo que acecha. ‘y el testimonio extraño que sostengo’, (la poesía que ha escrito ya), ‘con eficiencia cruel’ (para sí mismo, puesto que se ha estado desgarrando en esa lucha de salida desde algo querido, y en esa lucha debe ser vencedor o ya lo ha sido vencedor), ‘y escrito en cenizas’, (escrito en versos, escrito como poesía, como cenizas: lo activo en potencia), lo que es necesario hacerse para renacer, es decir, escrito en sangre, ‘es la forma de olvido que prefiero’, (poesía como registro de la lucha, como registro que no olvida, olvido que no olvida, prefiere olvidar no olvidando: haciendo poesía), ‘el nombre que doy a la tierra’, la objetivación del mundo residenciario, puesto que lo nomina, lo nombra, pero lo hace en poesía, desde esa poesía contra la que ha estado luchando, ‘el valor de mis sueños’, tremendamente complejo, puesto que valoriza su poesía y la declara a la vez valiente de abandonarse, ‘la cantidad interminable que divido’, el mundo, y el sí mismo, y la propia poesía, referidas como cantidad, y como fragmentadas, puesto que las divide, ‘con mis ojos de invierno’, la estación opuesta a la estación de la plenitud, con su hacer poético, su mirada de poeta, desde lo que debe ser superado, y por tanto, con escepticismo del logro de la misión, ‘durante cada día de este mundo’, es lo que ha hecho, y hace, y hará siempre.
  
En ‘Colección nocturna’ hacia el final de un viaje marítimo en sueños, el hablante establece: “y un poco de cada oficio, un resto humillado / quiere trabajar su parte en nuestro interior.” Donde explícitamente se asegura que es la exterioridad la que le pide algo al hablante. ¡A veces se ha interpretado como con el sentido opuesto: la exterioridad lo rechaza! (Esta última interpretación se muestra como bastante miope en su lectura textual!)
  
Vemos situado al hablante en un momento crucial de su desarrollo. ¿Y qué hace? ¿Continúa escribiendo poesía? ¿Radicado en el mundo de los sueños?
 
O si ‘Sistema sombrío’ fuera el poema inmediato anterior, entonces el razonamiento demasiado diferente no sería al ya entregado puesto que allí se declara que se está en un momento clave de cambio: “De cada uno de estos días negros como viejos hierros, / y abierto por el sol como grandes bueyes rojos, / y apenas sostenidos por el aire y por los sueños, / y desaparecidos irremediablemente y de pronto, …” (y a continuación declara de modo enfático que sigue y seguirá siendo poeta, que busca su trascendencia y resolver su problema de soledad: “nada ha substituido mis perturbados orígenes”: declaración, en lo estructural, de la validez y vigencia de Galope muerto, ya que allí están los orígenes):
 
El hablante, como respuesta, a esas alternativas, hace: LA NOCHE DEL SOLDADO.
  
Tremendamente contradictorio, como veremos.
 
  
 
HACER LA NOCHE DEL SOLDADO Y SUS CONSECUENCIAS
 
  
 
Hacer la noche del soldado es dos cosas: hacer conscientemente, para el hablante preocupado de la trascendencia, una vida intrascendente, donde el problema de la trascendencia no se plantea, o, si se lo hace, se lo resuelve de modo inadecuado; y, aún más drástico, es hacerse enemigo de sí mismo.
  
Aquello es lo que se dice de modo casi transparente y directo en el primer párrafo de la prosa poética de ‘LA NOCHE DEL SOLDADO’, y se lo apunta desde el mismo título:
  
“Yo hago la noche del soldado”, [nótese la centralidad del Yo, y el hacer la noche de otro, el soldado; no su noche, (la del hablante, la poética, la cual era luminosa); sino una noche real y simbólica, la noche de otro: la noche verdaderamente obscura], “el tiempo del hombre sin melancolía ni exterminio, del tipo tirado lejos por el océano y una ola, … [él se declara de paso, de modo simbólico, ese tipo arrojado por el océano a una playa desconocida… y nótese idéntico a como Ulises llega al país de los Feacios] …, y que no sabe que el agua amarga lo ha separado y que envejece, paulatinamente y sin miedo, dedicado a lo normal de la vida, sin cataclismos, sin ausencias, viviendo de su piel y de su traje, sinceramente oscuro."

Celébrese la sutileza y genialidad de Neruda: de hacer al hablante activamente pasivo "Yo hago la noche del soldado"... después habrán analistas despistados que hablarán de un hablante que solo reacciona frente a la realidad, o que no hace nada de nada salvo permanecer en el sí mismo, o que anda permanentemente en medio de sustancias destruidas, que todo su tiempo es improducrivo, etc. etc.: La proveniencia de todos esos decires y constataciones inadecuadas provienen de que no han tomado nota que el hablante residenciario en Residencia en la Tierra 1 no es uno simplemente: en primer lugar son dos, (el hablante, y el hablante del hablante), y, en segundo lugar, y tan significativo: el hablante poeta residenciario es uno que cambia de piel, cambia de máscara, se enmascara, se hace otro, a cada rato, según exisgencias de la estructura. 
   
Y en este caso: se hace como uno que hará todo lo que el hablante residenciario no es. (Hacer la vida de otro que no se enmascara, que no se trasmuta en pieles, que vive su piel, su traje; opuesto al hablante que, desde ‘Galope muerto’, sabemos que cambia de pieles como de trajes; y que está asumiendo ahora un nuevo traje, el del soldado).
  
[De paso: ¿Quién sostiene que el poeta es un ser que se enmascara, que cambia de pieles, que usa máscaras, que lo hace de modo explícito, y quien así lo afirma también lo explicita de modo directo? Imagino que ya lo saben: Nietzsche-Zaratustra. Y no citaré aquí el poema que Nietzsche escribió sobre esa materia y puso en boca de Zaratustra como poema. Esa es tarea para la casa del lector: encontrar ese poema en el Zaratustra. El joven Neruda está simplemente siguiendo el consejo de Zaratustra].

Constátese cómo el soldado pasa a ser un signo de todo los otros, esos que no son el hablante. Y, por reacción, obsérvese, como se auto considera el hablante, como cualificado por lo opuesto a ese soldado, símbolo, de todo lo que el soldado no es. Pero, simultáneamente nótese como el hablante entra en relaciones con otros seres humanos, aunque lo sea en piel prestada, es decir, se residencia.
  
A la vez, celébrese la mirada abierta del hablante, capaz de ponerse en la piel de un tipo, de un hombre, que vive su piel, su traje, que no cambia de piel, que es sinceramente oscuro.
  
El hablante se hace sinceramente oscuro, pierde sus pieles, esas tan queridas y cambiantes, y adquiere la piel única, la piel normal de la vida, la piel oscura.
  
¿Saldrá de ese hacerse oscuro, normal, sin cataclismos, ni ausencias, ni melancolías, algo como un desastre?
  
Y estamos en el mundo real residenciario. Donde pasan cosas; y cosas reales le pasan al hablante:
  
“Así, pues, me veo con camaradas estúpidos y alegres, que fuman y escupen y horrendamente beben, y que de repente caen, enfermos de muerte.” El hablante se hace igualmente estúpido y alegre; y puede por tanto también caer enfermo de muerte. (Lo que es como mucho para un hablante que se trata a veces con ironía, y otras, con verdadero sarcasmo, pero que jamás usa de la risa: es y ha sido, un hablante extremadamente ‘serio’, horrorosamente ‘serio’, sin asomo de la risa de Zaratustra, lo cual indica que no se siente un Zaratustra; y no se deje pasar, que esos estúpidos y alegres CAEN a la muerte, donde el hablante cae también a la muerte de sus pieles poéticas.
  
“Porque dónde están la tía, la novia, la suegra, la cuñada del soldado?”
 
Pregunta verdaderamente central e importante. ¿Dónde están? ¡En ninguna parte, no existen! Lo son de un soldado. Y un soldado no es más que un enemigo. Es decir, es enemigo del enemigo; y por tanto, esencialmente un enemigo. Tanto, que debe ser enemigo de sí mismo, si las circunstancias, y los superiores, lo requieran. (Debe suicidarse si necesario). Por eso es que no tiene tía, ni novia, ni suegra, ni cuñada. (Ellas pueden llegar a ser enemigas). Un soldado es un ser absolutamente carente de relaciones personales directas. Solo establece relaciones de necesidad, de uso, utilitarias El símbolo de lo más improductivo como ser humano; el más extremadamente mercantilizado: separado, individualizado, el que se une a otro sólo por razones de utilidad y provecho, (para ganar una guerra ciertamente).
   
¿Y por qué el hablante hace la noche del soldado? Está haciendo la guerra, (no olvidar todas esas imágenes guerreras a lo largo de toda la primera residencia, salvo en los poemas de muerte y en ‘Ángela adónica’), está haciendo la guerra al molino de las formas, y al lenguaje en general para obtener un nuevo uso poético, y, si está haciendo la guerra, entonces, Zaratustra en ‘Del Amigo’, lo guía, habiendo indicado: <Y para hacer la guerra hay que saber ser enemigo>.
  
Está aprendiendo a ser enemigo para tener éxito en su guerra. Y todo depende de la guerra que esté haciendo.
  
Además, un soldado, no es dueño de sus condiciones de trabajo; a él se las entregan en custodia, en uso, para matar enemigos. En cambio, el hablante, es propietario de sus condiciones de trabajo: es poeta, las lleva en el sí mismo. Por eso su hacer la noche del soldado es sólo un aprender y no un ser, un aprender a no ser lo que se es: un enemigo, y también uno de sí mismo. En principio, por tanto, hacer la noche del soldado también significa desprenderse de su piel verdadera, de su piel de poeta, ¿su piel de oro?, y entonces, dejar de poetizar y comenzar a vivir: lo cual para un ser que solo vive en palabras y es además un poeta, es una contradicción más que existencial, puesto que solo podrá seguir viviendo si su demiurgo lo sigue poetizando: la resolución de esa contradicción solo puede encontrarse en el hecho de que el demiurgo lo siga poetizando pero de manera nueva!
  
Y eso es precisamente lo que está ocurriendo: al hablante residenciario lo están haciendo hacer ‘LA NOCHE DEL SOLDADO’.
  
[Sorry, en la real realidad, ni los soldados son tan soldados; pero este es un soldado de la realidad residenciaria, un símbolo, es un símbolo de lo que no es el hablante. Así, al menos, comienza el asunto, y los resultados serán paradójicos].
  
Y también, un soldado, es muy similar, a un sacerdote, en eso de no ser propietario de sus condiciones de trabajo, el que además hace su propia guerra ajena. Y se diferencia de aquel, en que es predicador activo de una trascendencia que el hablante ha declarado, en ‘Galope muerto’, ficticia; por lo cual, en la opinión del hablante, no es más que otro soldado, sólo que en otra guerra. He ahí, los dos opuestos al hablante a lo largo de toda la Residencia. Y, finalmente, es similar a un obrero: el gran ausente como figura en “Residencia en la Tierra” (Y no hace la noche del sacerdote, porque a estos últimos les está prohibido entusiasmarse con el género opuesto, y entonces, las cosas así no resultan; o el resultado podría tener matices contraproducentes y no queridos).
  
Y él, el hablante, se ha hecho un soldado: ya pueden darse cuenta qué es lo que se ha hecho, cuando hace la noche del soldado.
  
Y no podía ser de otro modo: las imágenes del soldado están, como ya explicitado, tomadas de “Así habló Zaratustra”. Ver también ‘De la Guerra y del Pueblo Guerrero’: <... aquellos cuyos ojos buscan constantemente un enemigo, su enemigo.>
  
Pero un soldado es también un valiente. Y el hablante ha dado el salto mortal, de hacerse como uno. Esa es la medida de su valentía. Se ha hecho oscuro y valiente. Valiente porque se ha atrevido a dejar su piel de oro, lo único que era: su piel de poeta.
  
Y entonces, ¿qué es hacerse un soldado, al cual le pasan cosas, envejece, sale con otros camaradas estúpidos y alegres; y hacen cosas, fuman, escupen, beben, y finalmente, mueren?: hacerse un soldado, es residenciarse en la tierra. Es salir del mundo aristocrático y aristocratizante de la poesía, de vivir en sueños y recuerdos y para sueños y recuerdos, e ir a vivir sin melancolía, ni exterminio, y sin miedo, sinceramente oscuros; como la mayoría, valientes en su vivir por vivir, aunque no lo sepan.
  
Y se residencia, el hablante, en una tierra extraña, (y además una tierra de abandono de la poesía). No podía ser de otro modo, puesto que se ha hecho un soldado: “Tal vez de ostracismo, [expulsado, echado], o de malaria mueren, se ponen fríos, amarillos, y emigran a un astro de hielo, a un planeta fresco, a descansar, al fin, entre muchachas y frutas glaciales, y sus cadáveres, sus pobres cadáveres de fuego, irán custodiados por ángeles alabastrinos a dormir de la llama y la ceniza.” [a dormir de la llama y la ceniza, es simplemente quedar fuera de la vida, a descansar de la vida, pero para el hablante es ese dormir de la llama y la ceniza: salirse de la poesía; y asegurado ello, para el soldado que se hace, por otra religión, otra variante del mismo molino de las formas]. [Y recuerden esta parte para cuando lean ‘Entierro en el este’].
  
El que se pongan amarillos, en una anticipación de cómo se pondrá por reflejo el hablante haciendo esa noche. (Pero también, necesario insistir, dormir de la llama y la ceniza es quedar fuera del ámbito de la poesía, donde el hablante efectivamente está fuera, porque está en ostracismo, del mundo del que venía, el mundo de la poesía). En cambio esos camaradas soldados fuera de la llama y la ceniza, están verdaderamente muertos. Los unos muertos para la vida, fuera de ella de modo real, para el hablante, fuera de su vida: de la poesía. [Y más adelante, será fuera del amor, no lo olviden, insisto, cuando lean ‘Entierro en el este’ en clave simbólica].
  
Nótese que esta forma de hacer poesía no es la manera tradicional de declarar algo objetivo, (que también aquí se lo hace), y entre líneas, como dice Alonso, agregar las intuiciones poéticas. Aquí, además se está, bajo líneas, alegorizando el tema residenciario, y las intuiciones poéticas surgen tanto de ese entre líneas como de ese bajo líneas. (Y esto así porque esta poesía es mucho más sutil y compleja que aquella a la cual estaba acostumbrado a lidiar la escuela de los estilistas: muy buenas y geniales poesías, pero bastante lineales casi todas).
  
El hablante muestra, de paso, otras soluciones del problema de la trascendencia, religiones orientales, a las que no las califica como poderosas y significativas: se van a un astro de hielo, entre muchachas y frutas glaciales, (en la imagen popular del cielo exotérico de musulmanes, pero con calificaciones desde el lado del hablante), y los cadáveres de fuego, son los ritos de incineración, que serán más explícitamente mostrados en ‘Entierro en el este’.
  
(De paso, ¿ven que este es un hablante seudo objetivo por tan opinador? : objetivo cuando señala que se irán a un astro entre muchachas, opinador, cuando dice que el astro es de hielo y las muchachas, por tanto, frías. Hago la observación porque a veces se ha dicho que el hablante en “Residencia en la tierra” no opina. Y a la verdad que siempre opina y hasta por los codos, solo que de modo sutil, como si no opinando. Ese juego de opinión de bajo del decir del hablante, muestra además que solo está <usando> una piel, la del soldado, puesto que las calificaciones las agrega desde su ser sin piel: ¿entretenido, no?).
  
Y ya se verá que esos ángeles alabastrinos apuntan también a otra cosa. Pero se la tratará en la segunda lectura.
  
Si se ha hecho ese ser oscuro al que nada le pasa de modo significativo, ni nada significativo quiere, nada más lógico que en esa piel de soldado, al hablante nada le pase, si está despojado de su piel de oro, la suya auténtica: “Horas de una sola estación ruedan a mis pies, y un día de formas diurnas y nocturnas está casi siempre detenido sobre mí”: está haciendo la noche del soldado, ¿qué otra cosa se podría esperar?: un tiempo productivo? Y sin ironía ya se verá que así también lo es, y muy productivo en lo improductivo de ese tiempo de hacer la noche del soldado.
  
[Hay quienes muestran al hablante sufriendo de tiempo improductivo. El mismo error que con Zaratustra. Achacar al hablante verdadero, lo que al hablante le ocurre cuando se ha hecho de modo intencional, un ser improductivo. Con lo cual el hablante muestra su inmensa capacidad de productividad: hacerse como un ser improductivo. Y los analistas en este caso específico, muestran su tremenda improductividad, como incapaces de reconocer los cambios de pieles, y hacer citas, extraídas con pinzas, y ahora sí, no como con los políticos, fuera de contexto].
  
¿Qué le pasa, cuando se ha hecho como haciendo la noche del soldado?
  
Le pasa que, “Entonces, de cuando en cuando, visito muchachas de ojos y caderas jóvenes, seres en cuyo peinado brilla una flor amarilla como el relámpago. [...] Yo peso con mis brazos cada nueva estatua, y bebo su remedio vivo con sed masculina y en silencio.” (esas muchachas tienen una flor amarilla en su peinado, y los soldados y sus camaradas se ponen amarillos a veces: El joven Neruda no deja punta sin atar, obliga al hablante a ser auto referente).
  
Obsérvese la extrema incomunicación, el descarado uso, la relación puramente externa: son ‘estatuas’, todo aquello ocurre ‘en silencio’. Y así debe ocurrir puesto que está haciendo la noche del soldado. Pero ellas, están en sus ojos, formadas de “dulces energías”. [Ellas no están haciendo la noche del soldado, ellas están siendo usadas por uno que hace esa noche].
  
“Yo me encomiendo a su estrella morena, a su calidez de piel, [... aparecen imágenes guerreras que saltaremos, pues no estamos en esas...], o bien girando sobre sí misma como una rueda pálida, dividida de aspas y dedos, rápida, profunda, circular, como una estrella en desorden.”
  
¿Qué es necesario constatar? Dos cosas: Lo que comenzó como ‘muchachas’, y ‘cada nueva estatua’, es decir, varias, termina no siendo más que una, una individual: ‘Yo me encomiendo a su estrella morena’, y ella, ‘girando sobre sí misma’, ‘como una estrella en desorden’. La estrella en desorden!
  
Tremenda sutileza para mostrar no mostrando el atrapamiento del hablante hecho como soldado, por la muchacha que visita para labores sexuales. El hablante se ha residenciado por amor. (Amor sexual, pero amor al fin, la base de todo amor). (Y se enamora de una que hace lo mismo que él, como poeta: ella “gira sobre sí misma”; los envío al hablante del hablante que en ‘Unidad’ “girando sobre mí mismo”. Sutil modo nerudiano, residenciario, de imponer el hecho de que haciendo la noche del soldado, el hablante encontró su alma gemela: solo que ella inventa relaciones, él inventa mundos, sueños: ¡sueños actúa ella, la rueda pálida, también!).
  
Veámoslo: “Ay, de cada noche que sucede, hay algo de brasa abandonada que se gasta sola”: se va olvidando de la poesía y su mundo: brasa abandonada que se gasta sola: “y cae envuelta en ruinas”, obvio, él la ha abandonado a la poesía, y ella radica en ruinas, “en medio de cosas funerales”, en medio de su usar a la muchacha real, (real es un decir), para su actividad residenciaria, su actividad haciendo la noche del soldado. (Pero también, en el fondo, esa muchacha está comenzando a representar a la misma poesía, a alguna de sus variantes: el hablante se despojó de su piel de oro, pero la muchacha tiene una flor amarilla en el pelo, y ambos giran en torno a sí mismos. No poner atención a esas sutilezas es conducente, finalmente, a no entender la extrema trabazón en que Neruda dejó toda su poesía residenciaria, poesía tan extremadamente preocupada de las formas y los contenidos formados.)
  
Y la segunda cosa: reténganse las imágenes, ‘brilla una flor amarilla’, ‘su estrella morena’, ‘como una estrella en desorden’, que reaparecerán, como intratextualidades significativas en otros textos de “Residencia en la Tierra 1”.
  
Y su reacción, la del hablante: “Yo asisto comúnmente a esos términos, cubierto de armas inútiles, lleno de objeciones destruidas.” En su interior es la poesía que lo reclama y que va perdiendo la pelea: pues para el hablante, en piel de soldado, esas son armas inútiles, objeciones destruidas. (Cualquiera que sean las armas del soldado, para uno que solo hace de soldado, las armas de éste son inútiles, y las suyas también, pues no está en su propia piel de oro).
  
“Guardo la ropa y los huesos levemente impregnados de esa materia seminocturna: es un polvo temporal que se me va uniendo”. Por supuesto, se va haciendo terrestre, se va impregnado de polvo residenciario, se está enamorando, se está residenciando por medio del amor, está abandonando la poesía de la que viene: y está haciendo poesía residenciaria! (Está escribiendo ‘LA NOCHE DEL SOLDADO’); y finaliza, “y el dios de la substitución vela a veces a mi lado respirando tenazmente, levantado la espada.” Y ese dios de la substitución no es más que la poesía de la que viene, y a la vez, la poesía en general, es el dios rector de la poesía, el Zeus de la poesía, el que levanta la espada, lo reclama, y le recuerda que solo trasciende quien actúa de modo trascendente. (Y es una espada que viene desde ‘Galope muerto’.
  
Y tenemos al hablante, olvidado de la poesía vieja, de la cual viene, residenciado en la tierra, por amor. Olvidado de su ansia de trascendencia. Haciendo la noche del soldado. Dando comienzo a la nueva lucha, y feroz, entre ‘amor’ y ‘trascendencia’; entre felicidad y obra, cuya resolución, lo veremos, será poética.
  
Todo claro como la luz sólida.
  
Difícilmente se podría haber elucidado el poema, en sus aspectos estructurales, sin primero haber leído ‘Galope muerto’ y haber reestructurado “Residencia en la Tierra 1”. Y hemos visto en acción un nuevo cambio de piel del hablante. Y se ha, veladamente, rechazado, interpretaciones parciales, y a veces antojadizas. Y se nota que el poema funciona simultáneamente en varios planos: el simbólico, el real, su apariencia, su determinación estructural, las textualidades desde Zaratustra, las incrustaciones desde la vida de Neruda. (Estas últimas irlas a buscar en otros lados).
  
Este hacer la noche del soldado, en LA NOCHE DEL SOLDADO, en mi apreciación, uno de los poemas más sutiles, bellos y complejos de toda la Residencia en la Tierra 1, cuyas intertextualidades van desde la Odisea a Así habló Zaratustra, y sus intratextualidades, desde Galope muerto a ‘Unidad’, desarrollado con un lenguaje simple y directo, auto irónico, y eficaz, es uno de los poemas centrales y claves de toda la Residencia en la tierra 1. Sus resonancias, que serán intratextualidades para con los poemas siguientes, son múltiples y significativas.
 
Es el poema donde ocurre la residenciación, donde el hablante sale del mundo de los sueños, sale de la noche, entra al día, entra a la historia, al ser humano en relación social con sus semejantes. Lo ha hecho en la piel de otro, eso es un contra balance a tomar en cuenta, pero lo ha hecho. Y donde al final del texto se plantea la alternativa: obra versus amor, trascendencia versus felicidad. (Pero el análisis completo de detalle de LA NOCHE DEL SOLDADO se hará más adelante, aquí estamos interesados en sus consecuencias sobre la estructura de Residencia en la tierra 1: es el poema de la residenciación.
  
Ha sido arrojado por una ola a ese nuevo mundo, y allí como Ulises, encuentra a su Nausicae, y como Ulises la abandona, Ulises porque tiene una Penélope en espera, el hablante residenciario porque tiene una obra que realizar, un plan de vida impuesto desde Así habló Zaratustra. (Pero todo eso ocurrirá en Residencia en la tierra 1, mucho más adelante. En LA NOCHE DEL SOLDADO, el hablante residenciario recién encuentra a su Nausicae, a su estrella en desorden: desgraciadamente para sus relaciones, la encuentra cuando él está haciendo la vida de otro, vive en la piel de otro.
  
De paso nótese que esa es una genial solución de Neruda en Residencia en la tierra 1 para sin tener que dar explicaciones sicológicas, existenciales, morales o filosóficas, fuerza desde el inicio la resolución del conflicto presentado en Galope muerto, amor versus obra, por el lado de la obra, para el logro de la trascendencia: trascender no sería lograr la felicidad sino realizar la obra: y ello simplemente porque se residenció por amor en la piel de otro, en la del soldado.
  
(En la vida de Neruda, todo el mundo sabe, ocurrió algo parecido: Neruda hacía la vida del soldado en ese momento, hacía de cónsul, y sin sueldo fijo, en vez de hacer de poeta, en una región donde su propio idioma no se hablaba, (Birmania), y encuentra a su estrella en desorden en esas circunstancias, y con la cual se relaciona en inglés. Pero eso es la vida de Neruda. Aquí no estamos interesados en la vida de Neruda, sino en el análisis literario de Residencia en la tierra 1).
  
Aconsejo dos cosas: relean la Odisea y Así habló Zaratustra.
  
(Con esta entrega ya se habría abarcado hasta más o menos el 45% de lo prometido a extraer desde el libro que se está citando).

frf
12-junio-2012

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ADENDUM


Una digresión: La mayoría, casi el 100% de los análisis que se han realizado sobre Galope muerto, o sobre otros poemas del mismo libro al que Galope muerto pertenece, y sobre Residencia en la tierra en general, no toman en cuenta que al interior de ella al menos hay dos hablantes, dos solamente en Residencia en la tierra 1, (puesto que en la segunda, permanecen esos  dos y se agregan otros dos más), y tampoco toman en cuenta que el hablante poeta residenciario es un ser que se enmascara y cambia de máscaras, y que dialoga, en los poemas en cursiva, con su hablante de hablante. Me parece que jamás se han dado cuenta de que eso es así. No lo hacen, no lo han hecho. ¿Es eso una deficiencia? Tal vez no. Pero necesariamente llegan a conclusiones que este análisis literario de la obra en crítica no solo no avala, además, rechaza muchas veces.

¿Dónde está la diferencia, la discrepancia? Creo que sería bueno explicitarlo. El enfoque presente es un enfoque de análisis literario, o, si no se desea ser tan dogmático en la explicitación: es un enfoque de análisis literario bajo los auspicios del New Criticism, de Nietzsche, de Eliot, de Pound, de Valéry, y otros en esa similar perspectiva.

En cambio los análisis académicos que existen, casi todos, están interesados en NERUDA: ese es otro enfoque. Eso va más por el lado del interés en la farándula literaria, en los dimes y diretes, en la vida sicológica e histórica del autor, que si fue con la tal, o con la de más allá, y quedan dichosos cuando descrubre finalmente que fue con la de acullá. Tenga presente el lector, que además, hay una escuela muy seria, muy formal, que sostiene que ése es el hacer literario por excelencia: descubrir en la obra, al autor. (Ok, ese no es el criterio de este analista).

Personalmente, si estuviera interesado en qué opinaba sobre la realidad, la materia, el tiempo, la sociedad, la historia, y cosas así Pablo Neruda, iría en primer lugar a sus escritos no literarios, y constaría las posiciones y modificaciones que Pablo Neruda tuvo en su visión de mundo, y recién después  de investigar aquello, y después de un serio análisis literiario de su obra poética con independencia de lo anterior, iría a ver cómo aquello quedó tamizado, velado, subyacente, y si es que quedó de cierta u otra manera en su poesía.

Por el momento sólo estoy interesado en el análisis literario de Residencia en la tierra.


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 frf
12-junio-2012





¿la estrella en desorden y su soldado?


  
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